Maracanazo
Iliana Muñoz
"Como el teatro, el fútbol crea una belleza efímera"
Ángel Cappa[1]
Corría el año de 1950, era la final del mundial de futbol en Rio de Janeiro. Los contrincantes, Brasil y Uruguay. El estadio Maracaná, recién construido para la ocasión. Brasil, como local, era el favorito. Los pronósticos incitaron la producción de souvenirsy los diarios ya impresos anunciaban la victoria esperada. A la orquesta de la ceremonia de premiación solo le habían entregado el himno nacional brasileño, el discurso del presidente de la FIFA había sido escrito en portugués. El resultado, “la Hiroshima brasileña”, es que Uruguay resulta el sorprendente ganador. Este suceso, es conocido como Maracanazo.
El teatro y el futbol tienen elementos comunes en tanto eventos de exhibición y de convivio. Quizá por ello es este el eje anecdótico sobre el que el dramaturgo Ernesto Anaya escribió el trabajo por encargo que celebra los 50 años de vida del Centro Universitario de Teatro. Tirando la casa por la ventana, se llevó a cabo esta producción en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón y no en la Caja negra del CUT, quizá con el fin de tener más invitados a la fiesta y que esta pudiera ser más deslumbrante. Como director de escena, fungió el director del propio centro, Mario Espinosa, cuya creación escénica incluye además de 15 actores, a una orquesta en vivo, con la música original de Gabriela Ortiz. El dispositivo escénico es sumamente atractivo, la escenografía a cargo de Cuarto Arquitectura y Diseño, se antoja basada en la toma aérea del Maracaná, estiliza las curvas del estadio y del propio balón de futbol para establecer un espacio que es jugado de forma lúdica, inteligente y bella, por el director de escena. Los elementos suenan tan poderosos como aquellos que atisbaban la corona para Brasil.
Si bien la anécdota histórica y sus protagonistas eran un material muy interesante por sí mismos, Anaya da una explicación a la “tragedia” brasileña. Acaso partiendo del adjetivo de tragos dado al suceso o de la celebración al teatro, se plantea que una sucesión de caprichos de los dioses griegos es responsable del marcador Uruguay 2- Brasil 1.
Anaya involucra a Dioniso, Dios del vino y padre del teatro. Él, otras deidades y sus súbditos escapan de las guerras del Peloponeso y caen en la ciudad carioca justo en el contexto del mundial. Si bien para entonces la construcción dramática ya se tornó bastante barroca, el autor introduce más elementos, ya sea al escarbar sobre el mundo helénico, al hacer bromas sobre el proceso de creación dramatúrgico, al profundizar sobre el Brasil de los 50’s, que tenía viviendo a nazis exiliados; al introducir deidades orishas, o al continuar con la línea anecdótica de Barbosa, el portero brasileño que fue culpado por la derrota y estigmatizado de por vida, llegando con él y su tragedia personal hasta los 90’s. El resultado es una masa de información amorfa y excesiva con una estructura que resulta, a la postre, tediosa.
Mario Espinosa, se asemeja a Obdulio Varela, el capitán del equipo uruguayo, ambos estrategas que analizaron sus obstáculos y lograron salir airosos. Varela, ante la exaltación del estadio, paró el partido para enfriar el juego y darle confianza a su equipo; Espinosa, ante carencias y virtudes tanto del texto como de los actores, hace gala de todas sus herramientas, técnicas y artísticas, barajea actores, luces, historias y música en la mejor combinación posible. Crea una puesta integral, seductora y grandilocuente, digna de la ocasión.
La heterogeneidad actoral no siempre alcanza una convención convincente. Algunos logran con mayor efectividad la construcción de sus personajes, pues aunado al trabajo actoral de facto, se les exigía gran condición física, baile, canto y un trabajo vocal de acentos brasileño, inglés, o uruguayo, como en el caso de la narración histórica del partido a cargo del cronista Carlos Solé, que en la obra fue interpretada de manera radiante por el actor José Luis Pérez, consiguiendo uno de los momentos más emocionantes de la obra.
El Maracanazo del 50 provocó suicidios y la ruina de Barbosa. En el Maracanazo de teatro UNAM no se podía confiar de “la mano de Dios”. La mano de Espinosa fue la que supo conjugar los elementos para una puesta que celebra al teatro y a sus hacedores, provocando aplausos y una gran experiencia para los futuros profesionales.
[1]Profesor de filosofía y psicopedagogía argentino, conocido por su oficio de director técnico. Su hijo es director de teatro.