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ALGO EN FUENTEOVEJUNA

Iliana Muñoz

“¿Quién mató al comendador?, Fuenteovejuna lo hizo”. Este clamor social es poderoso en el imaginario colectivo, pero muchos desconocen su origen. Dicho set de pregunta y respuesta se han vuelto una sinécdoque de la obra de Lope de Vega. El grito desarraigado hace pertinente el remontaje de la obra.


Fernando Bonilla adapta y dirige esta puesta en escena ubicando los sucesos en una población rural del México actual. Es clara la traslación que se hace de las circunstancias utilizando el contexto socioeconómico y político del país. El comendador, interpretado energéticamente por Carlos Corona, es un alcalde déspota y coludido con el crimen organizado. La figura antagónica es la personificación del movimiento de autodefensas, por ello el actor Héctor Bonilla rescata rasgos de José Mireles para construir su propio personaje, uno en busca de justicia pero a la vez cansado y debilitado por tanta corrupción.


La puesta en escena está llena de detalles, tanto en la escenografía y el vestuario, como en el trabajo actoral. Hay música en vivo, una dirección de arte que enfatiza la regionalización, escenas que intentan sublimar a un estado poético la desgracia que vive el país, como aquella en la que tres criminales ‘bailan ballet’ utilizando como accesorio tres cabezas de utilería que representan a sus víctimas.


El director y adaptador decidió hacer converger el verso de Lope de Vega con un lenguaje coloquial, lo cual si bien no rompe con la anécdota, no logra amalgamarse, puesto que los textos insertados no tienen métrica ni rima. Hubiera sido interesante que la adaptación del texto se hiciera con rigor y uno pudiera escuchar los neologismos mexicanos dentro de un verso. Es evidente, en el texto y diversos gags, que lo que se busca es extraer la risa fácil del público.


La versión libre incluye la inserción de escenas que interrumpen la anécdota principal para presentar, a modo de farsa, la labor de las cámaras legislativas del país. Estas intervenciones están hechas con máscaras de gran tamaño, con un estilo de teatro de carpa, en el que la mofa es burda y recalcitrante. Esto sucede en un palco colocado en un nivel superior al de la anécdota principal, lo que funciona de manera efectiva para ‘separar’ física y metafóricamente la vida de los políticos de la de los ciudadanos de a pie.


El montaje posee un trabajo creativo sólido y un muy buen desempeño actoral de todo el reparto. El concepto general, sin embargo, se queda tímido para que pueda haber mayor profundización, ya sea en la farsa o en la reflexión. La obra se percibe larga pues las escenas de carpa del balcón son excesivas y poco aportan al conjunto, la risa que provocan en algunos espectadores se desdibuja por su duración.


Por otro lado, el asunto central, que es la violación de Laurencia, queda soslayado. El universo planteado es el de una sociedad con un alto grado de podredumbre desde el inicio (como la de nuestro país), y claro, el ataque sexual se vuelve la cereza del pastel que despierta al pueblo y lo hace exigir justicia. Pero el hecho pierde fuerza entre tantos atropellos y la repentina unión social está teñida de desconsuelo.


Algo en Fuenteovejuna es un trabajo de cuidada manufactura, que exhibe los años del director y varios de los actores en la técnica de ‘impro’. Es una pieza eficaz y efectiva en contemporaneizar a un clásico del siglo de oro, aunque no profundice ni tenga una propuesta artística innovadora.


Reparto: Héctor Bonilla, Francia Castañeda, Carlos Corona, Bernardo Gamboa, Juan Carlos Medellín, Malcolm Méndez, Patricia Ortiz y Valentina Sierra.

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